El aro: el anillo de compromiso a través de los años

Si ya te casaste o estás a punto de hacerlo, puede que esta historia, en particular, te interese. Piensa en todo lo que ha pasado para que tanto tú como tu esposo (o futuro candidato a serlo) hayan llegado hasta este punto de su relación… Y mira luego aquella pequeña joya refulgente en tu mano izquierda. Sí, me refiero a tu anillo de compromiso, un símbolo, desde tiempos inmemoriales, relacionado a la fidelidad y el amor.

¿Y de dónde proviene?

Aunque la práctica de regalar joyas para sellar contratos y hacer promesas es muy antigua, la historia del anillo de compromiso se remonta al IV Concilio de Letrán y su uso fue una iniciativa promovida por el Papa Inocencio III en 1215, quien dictaminó que el tiempo de espera entre la pedida de mano y el matrimonio de los contrayentes fuese ser más largo.

Antes de la firma del «contrato» y la celebración de la ceremonia religiosa, distaba un lapso muy corto de tiempo, no permitiendo ello realmente probar que existiera una relación por todos aprobada. En esta etapa, además, eran frecuentes las uniones clandestinas y, mediante dicho artilugio buscaba disminuirse su número.

Su uso, además, coincide con la cada vez más creciente popularidad del cortejo, romantizando la idea del matrimonio entre las clases ricas y privilegiadas al proponer llevarlo más allá de los consabidos propósitos económicos, políticos, y sociales. Luego, su uso llegó también a las masas.

Los materiales más utilizados fueron el oro, el hierro y la plata, y poner piedras en el anillo era un privilegio estrictamente reservado a la aristocracia (existiendo, incluso, una clasificación de qué joyas podía cada quién usar según la clase social).

Diamantes, los mejores amigos de la mujer

Aunque en la actualidad existen diferentes modelos de anillos de compromiso, el que el de diamantes sea el más representativa de dicho acto corresponde a una moda iniciada por la aristocracia en el siglo XV a partir del compromiso del archiduque Maximiliano de Austria con la archiduquesa María de Borgoña en 1477.

La reproducción de su anillo de compromiso, incluso, puede verse el día de hoy en el museo de Kunsthistorisches de Viena. Allí se exhibe el precioso anillo de diamantes dispuestos en forma de letra “M” (que hacía referencia tanto a la Virgen María como a las iniciales de los nombres de los contrayentes).

El por qué se emplearon diamantes se debería a que la palabra «diamante» proviene del griego adamas que se traduce «indestructible,» siendo este el significado que trataba de dársele a su unión. María de Borgoña se casaría con Maximiliano de Austria en menos de 24 horas luego de esta proposición.

Desde ese entonces, su uso se ha extendido como una costumbre debido a sus connotaciones asociadas a la fortaleza, el poder y la pureza del sentimiento amoroso. Al principio, los diamantes eran extremadamente exóticos y su dureza, brillo y valor le daban incluso un aire de extravagancia al acto de la pedida de mano.

Poco a poco (y al ser encontradas cada vez más minas de diamantes en Sudáfrica) su uso empezó a ser más accesible para todos. Por cierto, se coloca siempre en el dedo anular izquierdo ya que, según cuenta la leyenda, hay una vena de este dedo, la vena amoris, que va directamente al corazón (órgano vital que representa al amor).

Por otro lado, es importante señalar que al comprar un diamante, hay que verificar si éste posee un certificado expedido por la GIA (Gemological Institute of America), la AGL (American Gemological Laboratories) o la EGL (European Gemological Laboratory), puesto que, de no ser así, la piedra que adquieras contribuye a comprar armas y municiones en el extranjero, promoviendo la violación masiva de los derechos humanos y de los niños (sobre todo en el continente africano, de donde son extraídos). Cabe anotar, además, que solo los diamantes certificados (algo más caros, pero de procedencia confiable) entran de manera legal al país.

Y hoy, ¿qué se usa?

Si bien ya no se considera al matrimonio como un contrato, el recibimiento del anillo de compromiso supone la aceptación de la mujer de la consiguiente propuesta de matrimonio y se dice que la joya debe costar, cuando menos, tres meses de sueldo del novio al considerarse que debe ser un sacrificio que éste hace por su amada (aunque se sospecha que ésta bien pudo haber sido una iniciativa promovida por los mismos joyeros para aumentar el margen de sus ventas).

Sin embargo, existen alternativas para todos los bolsillos. En cuanto al metal, se recomienda principalmente el oro (pudiendo elegir entre el tradicional tono amarillo o buscar otras alternativas más modernas como el blanco) o el platino, materiales conocidos por su durabilidad y resistencia. Y para quienes busquen opciones más económicas, los hay también de titanio y el acero inoxidable.

La opción preferida para la piedra, desde luego, sigue siendo el diamante y la costumbre de usar un solitario fue introducida por la famosa firma Tiffany a fines del siglo XIX. Los cortes más populares son los redondos (que destacan su brillo), los cuadrados (que incrementan visualmente su tamaño) y los tipo esmeralda o rectangulares (que se consideran los más sofisticados).

Pero desde el siglo XVII se usan también otras piedras como zafiros, rubíes y esmeraldas como una manera de personalizarlo aún más y actualmente están incluso muy moda sus combinaciones.

Anillos de compromiso famosos

Por supuesto, además del anillo dado por el Archiduque de Austria a María de Borgoña, te interesará saber que hubieron más anillos famosos que han fascinado al público de todas las épocas:

  • La hija de Enrique VIII, rey de Inglaterra, la pequeña princesa María, fue la destinataria del anillo de compromiso más pequeño del mundo. Ella sólo contaba con 2 años cuando recibió la propuesta del entonces bebé delfín de Francia, por supuesto, representado por sus padres.
  • La novia más famosa de 1953 fue una joven norteamericana llamada Jacqueline Bouvier, quien se convirtió en la prometida de un apuesto senador llamado John Fitzgerald Kennedy luego de aceptar un anillo de compromiso de dos quilates acompañado de una enorme esmeralda. Por supuesto, la fama de este anillo trascendería cuando John fuera elegido Presidente de los Estados Unidos en 1960 y la señora Kennedy se convirtese en la primera dama más distinguida de la historia.

  • Otro importante compromiso tuvo lugar en la década de 1950 cuando la bella Grace Kelly se convirtió en la princesa de Mónaco. El Príncipe Rainiero le presentó a ésta un precioso anillo de diamantes de 10.47 kilates de corte esmeralda. De hecho, en la película de 1956, High Society, puedes verla lucir esta joya (por cierto, ésa sería la última película de Grace antes de asumir su papel en la realeza).

  • Cuando el famoso actor británico Richard Burton decidió proponer matrimonio a la controvertida Liz Taylor, lo hizo con nada más y nada menos que una piedra de 33,19 kilates de corte Asscher conocido como el Diamante Krupp. A pesar de que luego se divorciaron, volverían a unirse unos años más tarde, recibiendo ella esta vez ¡un aro de 69,42 kilates! Ratificando su amor, Burton le entregó esta joya única, engastada con el conocido Diamante Cartier a su adorada Liz por la que el actor pagó en aquel entonces la nada módica suma de 1.050.000 dólares. ¿Qué más puede pedir una chica?

Imágenes: rebeccaring, flickr.com, since1900, varbak, diamonds-and-engagement-rings, overstock, diamondsource, express.co.uk, fashionmostwanted, flickr, lovetoeatandtravel

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Acerca del autor

Escrito por MariCarmen Vargas

Comunicadora e Investigadora. Complicada y al mismo tiempo muy simple. Si no me entendiste, has empezado a conocerme.

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